Qué
difícil se me hace escribirte. Escribirte en tan poco tiempo. Escribirte como
si te conociera desde los pensamientos hasta el alma. Escribirte a ti, hacerte
protagonista.
¡Qué
difícil! Pero qué agradable y placentero.
Qué
difícil se me hace decir todo lo que mis pupilas expresan al verte. Decir,
gesticular palabras, emitir sonidos, porque aunque en mis ojos se refleje lo
indescriptible, no puede darse por tácito lo que es armonioso al cuerpo.
Qué
difícil ser yo, o quizá, un yo que no conocía de mí.
Qué
difícil batallar con los sentimientos; con las incógnitas; y con aquellas
palabras que llegan a mis oídos tan fácil como si estuviera pidiendo sentencia
en el juicio. En el juicio de lo prohibido para muchos, pero lo que hace
sentirme yo.
Qué
difícil es no herir por algo desconocido, por miedo, por precaución.
Qué
difícil es evitar que las gotas se derrumben sobre estas letras, que se
desborden en territorio de sentimientos inhóspitos.
Qué
difícil es dejar todo a un lado y entregarse por completo a esta nueva sensación.
Presente efímero. Futuro incierto.
Qué
difícil ser dos.