Tócala, no de manera delicada, no como una pieza fina de porcelana. Tócala, como una hembra en celo, como una mujer que es deseada.
Tocarla como a un melódico piano en función de media noche
hasta hacerla gemir; tocarla porque me encuentro en su piel, porque me
llama.
Tócala hasta sentir su humedad en la yema de tus dedos, hasta
que sus cuerpos se fundan, hasta no distinguir dónde comienzas tú y
termina ella, hasta que los dos en un grito ahogado se sacien de
placeres, que se acaben las ganas.
La sigo tocando, porque mi pene goza las erecciones que ella
misma produce. La toco porque quiero sentirme de ella, y quiero hacerla
sentir mía.
Entonces llénate de ella,
de la dulce miel que exhala la fruta que hay en su entre pierna, de cada
respiración agitada que le provocas al sentirte dentro, al llenarla,
llénate de las sensaciones que provoca y te son provocadas a su vez.
Siéntete de ella y sigue haciéndola sentir deseada, porque ella hace
mucho que te pertenece.
Me
lleno y me unto de tan deseada y exquisita fruta; quisiéndola deborar
con pasión y delicadeza durante el día, pero salvaje y bruscamente por
las noches.
Porque más que saciar mi sed de sexo, me llena de amor, me
hace sentir querido, amado.
Gracias Ivette, por tan llameantes letras.